3.6. La vida familiar y el mayorazgo
lares (cfr. epígrafe 3.4.). Algunos testigos amplían estos
rable salto social para el joven Martín y para la familia
datos con otros que también sabemos: capitán de una
Zavala (y ello fue, sin duda, lo que movió a Domingo a
galera en Lepanto, secretario del Comendador Mayor
concertar las capitulaciones matrimoniales en enero de
de Castilla «en Flandes y en otras partes», etc. Sin nove-
1602), al final se produjo en realidad para desagrado de
dad, en fin, con respecto a lo que ya conocemos de nues-
su padre Don Domingo, como veremos; baste apuntar
tro personaje.
que la boda se celebró previa huida nocturna de Martín
del hogar paterno, y sin la asistencia de sus padres.
Llama la atención, por cierto, el hecho de que Don Do-
mingo no accediera al estatus de caballero santiaguista y
Martín y su esposa Isabel residieron en Villarreal, y tu-
sí lo hiciera, en cambio, su nada destacado hijo. Ello, a
vieron un solo hijo, llamado Diego de Avendaño y Za-
pesar de tener una relación muy directa con dos Órde-
vala, bautizado igualmente en Villarreal de Álava el
nes militares:
23-4-1603, y fallecido a los 5 años de edad (mucho an-
tes, por tanto, de que se instituyera el mayorazgo Zava-
- con la de Santiago (aunque nunca, que sepamos, ejer-
la).
ció un empleo u oficio de la misma22), en cuanto servi-
dor que había sido durante muchos años de Luis de Re-
Don Domingo, en el documento de fundación del ma-
quesens y Juan de Zúñiga, que disfrutaron ambos la dig-
yorazgo Zavala (1612), declaraba primer sucesor en el
nidad de Comendadores Mayores en la «provincia» de
mismo a su hijo Martín y a su descendencia legítima
Castilla, lo que en principio podría haberle facilitado la
(«sus hijos y descendientes legítimos, nacidos y procrea-
obtención del hábito;
dos de legítimo matrimonio»), y si faltara ésta (lo que,
como acabamos de ver, era el caso, pues su nieto legíti-
- y con la de Alcántara, de la que por corresponderle
mo Diego había fallecido en 1608), a los hijos descen-
así a uno de los cuatro Contadores Mayores de Hacien-
dientes de Domingo de Aranguren, hijo de una sobrina
da era Contador mayor.
suya. Concretamente se trataba, esta última, de María
¿Pudo deberse aquel hecho, tal vez, al «oficio mecánico»
García de Maiz y Zavala (o María García de Zavala),
(barbero) ejercido por su padre (una mácula de la que
madre del citado Domingo de Aranguren y Zavala; efec-
su hijo Martín, en cambio, estaba ya libre)?.
tivamente, como veremos, será el hijo de éste, Domingo
de Zavala y Aranguren, quien herede finalmente el ma-
Magdalena de Arrúe y Acelain, la mujer de Don Do-
yorazgo, ganando el pleito que se provocaría tras la muer-
mingo, falleció en los últimos días de enero o primeros
te de Don Martín.
de febrero de 1604. Gravemente enferma, había hecho
testamento el 28 de enero, el cual se abrió el día 6 de
Por cierto, fijémonos en la cláusula establecida por Don
febrero.
Domingo, según la cual «Iten es condizión que los que
ovieren de suzeder en este mayoradgo se llamen e apelliden
en primero lugar de mi nonbre e apellido de Zavala»,24
El matrimonio de su hijo Martín
con pena de exclusión. De ahí, como explica Gómez
Rivero,25 que el hijo de Domingo de Aranguren y María
El 27-3-1602 su hijo Martín contrajo matrimonio en
Ochoa de Arramendi tuviera en primer lugar el apellido
Villarreal de Álava con Isabel Ángela de Avendaño y
Zavala (propio de su abuela María García de Maiz y
Beaumont, hija única de Don Diego de Avendaño y
Zavala), por ser heredero de dicho mayorazgo, y fuera
Beaumont (o Gamboa).23 Aunque el enlace con los Aven-
así «Domingo de Zavala y Aranguren».
daño, familia de antigua nobleza, suponía un conside-
Domingo de Zavala, la Provincia de Guipúzcoa y la nación española
Es interesante, por lo que nos dice de los sentimientos de identidad de Don Domingo, la
siguiente cláusula de la fundación del mayorazgo (relativa, concretamente, a lo que había
de hacerse si el mayorazgo no tuviera ningún descendiente legítimo). En ese supuesto, se
gastarían perpetuamente sus rentas en obras pías: «y en quanto a la quarta parte de la renta
de los vienes deste dicho mayoradgo quiero y mando que se gaste y distribuya cada año perpetua-
mente en redimir y sacar captivos crisptianos de poder de ynfieles (...) en lo qual sean preferidos
los de la Provincia de Guipuzcua e a falta dellos otros qualesquiera españoles de nación (...)».1
Es evidente que en el sentimiento de pertenencia de Don Domingo a la Monarquía hispa-
na, había algo más que una fortísima vinculación con la Corona, es decir, con la figura del
Rey que también. No en vano nuestro biografiado había estado mucho tiempo en diver-
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