Volumen I. Introducción
Presentación
Por D. Miguel Artola De la Real Academia de la Historia
La construcción de la historia requiere información e interpretación. Las diferencias de ideas e intereses dan lugar a versiones distintas cuando no contradictorias, pero la información permite comprobar el valor de cada una, del mismo modo que los resultados previstos por los científicos se comprueban con la observación de la naturaleza o el artificio del experimento.
Las fuentes históricas no están determinadas de una vez para siempre, dependen de la posibilidad de utilizar nuevas fuentes de información y de la capacidad de ofrecer una nueva lectura de las ya conocidas. La más importante de las fuentes históricas, aunque no la única, son los documentos que adquieren rango de fuente cuando aportan información al historiador. Todo documento remite a un actor, que no es quien lo escribe sino el que lo necesita, y a un motivo, que en la mayoría de los casos no es lo que motiva la lectura. Un pleito persigue la reivindicación de unos intereses, en tanto para el historiador busca en él la confirmación de la idea que se ha hecho del derecho de propiedad o de la que pretende hacerse del procedimiento judicial.
Todo documento se produce en un tiempo, en un sistema de reglas que determinan su forma material, acreditan un derecho o una voluntad, comunican una orden y nada de esto sería operativo en caso de no cumplir con ciertas formalidades documentales. La procedencia de los documentos señala a los actores que lo promueven, públicos como la Corona o las corporaciones civiles y eclesiásticas, y privados o personales. Los archivos se crean para guardar los documentos de una determinada institución y los históricos mantienen las diferencias de origen al mantener en las mismas secciones a los de la misma procedencia. La atribución de un documento a una institución no es siempre fácil, problema que no existe, en cambio, en los archivos privados. El origen familiar de los documentos no les proporciona un a unidad de contenido en tanto ha contribuido en la mayoría de las ocasiones al simple almacenamiento de los papeles. Solo personas con importantes intereses económicos han considerado necesario encargar la ordenación de sus papeles, un trabajo que nunca llega a su fin, dado que las familias se prolongan a lo largo de los siglos y si desaparecen es para continuar en otras.
Los documentos antiguos, perdida su primitiva función, no se consideraban como un patrimonio y no solo por los particulares sino por las instituciones. El abandono de los papeles en alguna parte de la casa era lo común y no solo entre los particulares sino en las instituciones, incluso las más importantes. Afortunadamente esta situación no se mantenía indefinidamente en todas partes. Las que persistieron en ella perdieron su memoria, en tanto la intervención ocasional de determinadas personas promovía en uno u otro momento la revisión de los archivos. Felipe V ordenó a Santiago Agustín de Riol, oficial mayor de la secretaría del Patronato del Consejo Real, la visita de los principales archivos españoles y Luis María Zavala ha llevado a cabo la tarea de juntar y clasificar los documentos de su familia.
La novedad de la informática afecta de modo creciente nuestra forma de vida, tanto en el trabajo como en el ocio. Estamos inmersos en un proceso de adaptación al ordenador y experimentamos sentimientos encontrados de amor-odio ante la novedad. La decisión de nuestro amigo constituye un ejemplo y por su trabajo fue designado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia. La recuperación y ordenación del Archivo hace muchos años que está concluida en lo fundamental y Zavala lo puso a disposición de los estudiosos a los que ofreció una base de datos, que permite un acceso inmediato al documento. Ahora Borja de Aguinagalde ha dado un paso más con el Inventario del Archivo de la Casa de Zavala que presentamos con estas líneas. El fondo del Archivo Zavala contiene documentos de las 28 ramas de la familia cuyos vínculos a lo largo del tiempo se sigue en los árboles genealógicos que acompañan al Inventario. Las posibilidades de descubrir las reglas de la política matrimonial, la influencia de las relaciones parentales en las vidas y carreras de las p personas, la construcción de biografías tan escasas y sin embargo tan necesarias para el conocimiento de la realidad política y social, que ofrece el Inventario permiten esperar una mejora de nuestro conocimiento.
Si nos preguntamos qué documentos guardamos hoy, podríamos anticipar el contenido del archivo, porque los intereses de las personas y las familias no han cambiado en siglos. El índice del Inventarioresponde a prioridades sólidamente establecidas. En primer lugar todo lo relativo a la identidad de las personas -genealogía, honores y privilegios- que se presentan como mérito y se acreditan mediante pruebas o pleitos, todo ello completado con escritos sobre heráldica, árboles genealógicos, destinados a mostrar de modo adecuado la pertenencia a un linaje. Los encargos, honores y privilegios concedidos a los miembros de la familia perfeccionan el conocimiento de las personas. El patrimonio y su explotación constituye una preocupación constante. El mayorazgo era el medio de mantener el rango del linaje en la persona del primogénito, el matrimonio el medio de ampliar el patrimonio determinaban las posibilidades de la actividad de las personas de condición, que sólo en ocasiones responde a la imagen del rentista. El servicio a la Corona y la participación en las instituciones públicas eran un trabajo conforme al rango y un medio de mejorar las rentas del patrimonio, en tanto la administración de éste determina la importancia de las rentas. La importancia de estas actividades se refleja en el volumen de los papeles conservados, muy superior al de las demás secciones. El carácter de los documentos responde a la naturaleza de las relaciones sociales. Escrituras de compra y venta, pleitos, testamentos, capitulaciones matrimoniales para acreditar la propiedad, contratos para probar los derechos y obligaciones. En torno a los documentos, correspondencia de todo tipo y de todas las épocas, y, aunque las cartas se revelan como el documento más volátil, el Archivo Zavala contiene buen número de ellas. Para concluir un capítulo especial, el de las relaciones con la Iglesia, una experiencia mucho más activa entonces que hoy. Las fundaciones y patronatos daban ocasión para nombrar a los beneficiados, los privilegios en las iglesias, los servicios religiosos que celebran los acontecimientos de la vida familiar y también los pleitos con las familiares y contribuyen al fenómeno social.
Como dije al principio, la realidad documental es la prueba a que se somete la construcción de la historia. Es aquí en los casos concretos, en los documentos particulares donde se verifica o falsea la interpretación del historiador. El archivo no solo es el comienzo sino el fin de la historia.
Prólogo
Por D.Luis Mª de Zavala y Fernández de Heredia Correspondiente de la Real Academia de la Historia
Al concluir con su edición y publicación el laborioso trabajo de inventariar los más de vente mil documentos y más de doce mil cartas de que consta en la actualidad el archivo ZAVALA escribo esta breve introducción como propietario o mejor depositario de este archivo. Digo depositario, pues no me considero dueño único ni absoluto de la historia de mi familia, ni mucho menos en lo que contiene de historia de nuestro país.
Vuelvo ahora la mirada hacia los treinta años dedicados a recuperar y hacer útil y abierto un archivo familiar . Cito en un recuerdo agradecido a tantas personas que colaboran en este trabajo en los primeros años setenta. A Luis Sierra Zavala, Antxón Araluce, Ramón Izaguirre... Y, muy especialmente, a Federico de Zavala, quien mantuvo vivo en la familia el interés por nuestra historia y el archivo en unas épocas bien difíciles.
La ordenación sistemática y científica del archivo dio un paso de gigante con el trabajo en los años 80 de Borja Aguinagalde, actual Director del Centro de Patrimonio Documental de Euskadi, IRARGI (Gobierno Vasco - Dep. de Cultura; Bergara). Otro hito destacable es la informatización completa del archivo merced al trabajo de Ana Arcos en los años noventa y a la colaboración de la Consejería de Cultura del Gobierno Vasco.
Todo el mérito del programa, seguimiento y colaboración hasta concluir en la salida a Internet corresponde sin duda a IRARGI.
También quiero citar a los historiadores que pasaron muchos días y meses en el archivo ZAVALA como Coro Rubio, Arturo Cajal, Emilio de Felipe, Montse Garate, Luis Castells, Isabel Mugártegui... y a los visitantes del archivo que han sabido valorar el enorme esfuerzo realizado. Y también incluso a quienes como gran aportación a su visita con voz solemne me preguntaban como único comentario si tenía asegurado el archivo. Pues cómo se puede cuantificar el haber tenido el privilegio de guardar, conservar, aumentar y recrear la historia de la familia Zavala desde el lejano año de 1425 - primer documento- hasta la actualidad.
La mejor culminación del trabajo de estos treinta años es sin duda la publicación del Inventario del archivo.
Introducción
Por D. F. Borja de Aguinagalde Responsable de Patrimonio Documental del Gobierno Vasco archivero de la Casa de Zavala
Creo que en los últimos cien años - y no me atrevo a afirmar que nunca, habida cuenta de algunos precedentes dieciochescos no suficientemente investigados - no se ha editado el inventario de un archivo de familia completo que sea el resultado de la recopilación y reunión de fondos, de su tratamiento durante casi tres décadas, y del empeño del propietario del Archivo el promotor y responsable de la edición, como es nuestro caso.
Se han editado algunos inventarios, como es sabido ( y yo mismo edité a una con mi mujer el Inventario del Archivo de los Conde de Peñaflorida), pero se ha tratado siempre de fondos cerrados y conservados en Instituciones públicas o semiprivadas. En ningún caso ha sido el propietario del Archivo el promotor y responsable de la edición como es nuestro caso.
En la década de los 60, Luis Mª Zavala comenzó la recuperación del Archivo de su familia, objeto de abandono desde hacia varias décadas y prácticamente fragmentado e, incluso, semi-abandonado.
Durante tres décadas, Luis ha dedicado sus mejores esfuerzos a clasificar la documentación y a velar para que el Fondo de Archivo se reconstruyera y enriqueciera de modo constante. La historia de estos años forma parte de las vidas de los amigos que han colaborado con Luis en esta empresa, y EL ARCHIVO, así, con mayúsculas, es un aparte de las personalidad de Luis-
Por este motivo, editar este grueso libro es el final de una aventura, larga y complicada.
El trabajo que sigue se sitúa en el ámbito de la erudición más clásica, como es lógico, y por ello no es este el lugar adecuado para desarrollar la pequeña historia de estos años. Pero si para resaltar algunos hechos claves que sirven para entender el libro que estas páginas presentan.
La obra se divide en dos partes bien diferenciadas. En un primer volumen se desarrolla la historia del Archivo y de su formación, a lo largo de casi cinco siglos; esta descripción va precedida por una reflexión sobre la naturaleza de estos fondos y, sobre todo, sobre el método que se ha utilizado para organizar el Archivo. Sigue el inventario del Archivo, resultado de la aplicación de los criterios desarrollados precedentemente.
El Archivo de la Casa de Zavala, uno de los más importantes del País Vasco, presenta unas peculiaridades de tipo científico, académico, personal incluso, que es preciso resaltar para comprender un poco la ubicación que tiene en el entramado cultural vasco.
En primer lugar, quiero resaltar un hecho, "el hecho", que va a permitir interpretar todos los demás, y al que me referido anteriormente: el Archivo de Zavala es la obra de Luis Zavala. Esto es algo conocido por todos los que han pasado por él, tanto en su calidad de amigos, como de investigadores o simples curiosos, pues a todos se les franquea el paso. Sin el tesón y el cariño puesto por Luis es su obra, el Archivo nunca hubiera existido tal como hoy lo conocemos. Y, conocedor como soy de las vicisitudes por las que éste ha pasado en los últimos 20 años, quizá ni siquiera hubiera existido, corriendo la suerte de una parte de los fondos de familia similares.
Quiero con esto resaltar que esta experiencia enseña de modo extraordinariamente elocuente el papel, inmenso papel, que juegan dos factores habitualmente postergados, en la conservación del Patrimonio Cultural; la iniciativa privada y la pasión por las cosas.
Es sabido que quien suscribe es responsable de la política de archivos del Gobierno Vasco, como responsable del Servicio de Patrimonio Documental. Conozco bien por ello el funcionamiento de un número importante de instituciones, Asociaciones, Centros y entidades de todo género. Observo que se ha instalado en los ambiente al uso, con una ferocidad que hará muy difícil desalojarlo, el virus de la subvención pública para acometer proyectos privados. No es malo que los poderes públicos apoyen toda suerte de iniciativas, pero no es de recibo que las mantengan e `intervengan´ indefinidamente. El objetivo del apoyo colectivo debe de ser limitado y volcado en `animar´ la iniciativa privada, que es el verdadero motor. La cortedad de medios aborta un número importante de iniciativas, es cierto, pero no es menos cierto que la inversión pública sirve para mantener parasitismos e iniciativas de dudosa eficacia o relevancia. Fijar los límites es objetivo salomónico, y no es mi intención dar lecciones a nadie en esta materia, pero sí quiero, con esta reflexión no especialmente original, por otra parte, subrayar el hecho de que sin la iniciativa y el entusiasmo de Luis Zavala, este proyecto nunca hubiera concluido. Porque no hay que olvidar que, desde la más pura iniciativa privada que Luis representa, se ha invertido una pequeña fortuna en `crear´ el Archivo.
Y la pasión por las cosas. La administración y la gestión pública (sea en materia de archivos como en cualquier otro ámbito) van caminando hacia una desmotivación cada vez mayores, como encuestas y estudios producidos por ella misma reflejan de modo inquietante. La asepsia en la gestión de la `cosa pública´ puede dar como resultado este sentimiento de objetivismo sin `alma´ puramente tecnocrático. Tecnocracia y pasión no cohabitan con facilidad, más bien son incompatibles.
Es posible, sin embargo, hallar ámbitos de trabajo apasionado, que residen invariablemente en el deseo de hacer bien las cosas y de superarse constantemente, como ocurre también en ámbitos profesionales, en contraste con lo dicho antes. Por este motivo es doblemente importante apoyar iniciativas privadas en las que hay pasión y alma creativa. Es contagioso y, creo, socialmente ejemplarizante.
Hace veinte años conocí a Luis. Buscaba `papeles´ de Alzolaras. Y compartía, sin saberlo, una misma pasión: los papeles, papelotes, documentos...llámense como se quiera.
De allí a los pocos meses acepté su ofrecimiento de ordenar el Archivo. Recuerdo un verano tórrido, lleno de mugre, clasificando, organizando, "poniendo bien lo que está mal" (en una de las más fascinantes descripciones del `metier´ de archivero que archivero que he oído) y disfrutando como un loco. En unos meses el Archivo estaba organizado. Faltaba describir montañas de documentos, reclasificar una parte importante del Fondo, y `cosí vía´.
Hasta que yo entré de lleno en la faena. Luis había reunido el Archivo ayudado por sus amigos. Él lo ha contado muy bien unas páginas antes. El`archivero´ se limitaba a ordenar lo que otros habían acumulado, ente risas, viajes, idas y vueltas (además de, como algunos cuentan, mugre, mucha mugre...). Los archivos, ya se sabe ... Quienes participaron en la aventura saben bien qué clase de trabajo presidía Luis, y con qué cariño dirigía las `operaciones´. Creo que en pocos casos como este se habrá aplicado con más justicia el adagio de que "el fin justifica los medios".
El Archivo de la Casa de Zavala ha sido un laboratorio cultural. Y es bueno que esto se sepa de manera expresa.
Para organizar el fondo, creé un tipo de sistema de trabajo que después se ha aplicado en numerosos otros archivos de familia. La explicación del método de trabajo la desarrollo en otra parte de este libro, por lo que no precisa aquí de aclaraciones.
Lo que importa resaltar es que el método se aplicó de manera experimental en el Archivo de Luis. Porque él confió en el alquimista y porque, me supongo, el alquimista vendía bien la idea. El resultado ha sido un éxito completo, y el sistema en el Archivo de Zavala se ha aplicado después en más o menos treinta archivos de familia tanto del ámbito vasco como de fuera de él. Se ha discutido en reuniones internacionales tanto españolas como extranjeras, y, próximamente se tratará en un Coloquio portugués.
Pero aquí no termina el experimento. Hace doce años que soy responsable de Irargi, como antes decía, y desde el principio el Archivo de Luis ha sido un aliado fiel y activo de diferentes proyectos de este Centro. Que hacía falta diseñar un sistema de microfilmación de documentos diferentes y necesitábamos un `conejo de indias´, un expediente antiguo con documentación muy diversa, pues ahí estaba Luis para prestarnos la testamentaría de uno de sus antepasados, Enrique de Zavala, de 1768. Que queríamos desarrollar la captura y almacenaje de imagen en CD-ROM y necesitábamos un fondo de archivo que nos prestase documentos con imagen gráfica, colores, etc. Pues bastaba pedirle a Luis un legajo de genealogías y erudición, el más importante de esta cadena de cooperación desinteresada: cuando henos creado el web de Irargi, el Archivo de Zavala ha formado parte de él con toda la información que este libro recoge.
En síntesis, podemos afirmar que en todos los avatares de la actividad del servicio de Archivos del Departamento de Cultura del Gobierno, el Archivo de Zavala ha estado siempre presente. Y, como es natural, como contrapartida el Gobierno ha colaborado, como es sabido, en la organización de los últimos fondos desclasificados que quedaban además de la correspondencia ingente que le archivo posee (más de diez mil cartas). Luis Zavala ha financiado la parte del león, y nosotros hemos colaborado en la medida de nuestros cortos medios a `rematar´ el trabajo.
Y este es el último hecho que en esta presentación es de justicia resaltar. Luis Zavala ha ejercido de archivero durante estos treinta años, y ha descrito y no creo exagerar en la estimación) cerca del 30% de la documentación. Es un experto en la materia, como no podía ser de otro modo. En estos últimos años, le ha ayudado, asumiendo en definitiva el peso de todo el trabajo, Ana de Arcos quien llegó al Archivo para ayudar en la laborales heterogéneas no bien perfiladas, y quién ha acabado dándonos clase a todos de cómo se describen los documentos, como se organiza la correspondencia del Antiguo Régimen, como se aúnan, en fin, las capacidades intelectuales naturales y el sentido común, en la organización de documentos. Dando lecciones de cómo lo difícil se puede hacer fácil, y de cómo el trabajo de archivero ni es tan misterioso ni, sobre todo, tan elitista como algunos, todavía, quisieran que fuera.